La Piedad, estampas de sus fiestas 58


La Musa


FANT.6- LA MUSA

De El Taller
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Silviano Martínez Campos

—Pase usted, señora, cuánto gusto, ésta es su casa. Tiempo hacía, tal vez meses, no me visitaba. De seguro había notado algún desaire. Pero, a pesar de mi pobreza, le aseguro, la cortesía me impide rechazarla y póstrome de nuevo a sus aladas plantas.

—Mira muchacho, q’eso no te queda: tu párrafo primero está falseado. Cuarenta y cinco palabras he contado y de ellas 5 y 40 son vacías. Tratas de dar miel a la antigüita, pero te sale hiel a la moderna. Si acaso mi pobreza sea muy cierta. Pobreza de lenguaje: ocho hiatos, lugar común en número de cinco, disonancia final y poca simetría. Como que sale verso sin esfuerzo.

—A esas exigencias no me gana: hiatos al por mayor le he detectado y bien que sean de moda reprimendas gramaticales en altos niveles poderosos, pero eso no autoriza exigir melodía cuando usted sólo indicó el ritmo.

—Allí está la cuestión o sea el detalle. El ritmo lo palpaste a maravilla, desde el canto infantil aquél que sabes y luego tu tañer del tololoche con un palo y cordeles fabricado. Pero faltó la melodía, ¿recuerdas?, y tuve qué ponerla yo, tu musa, 35 años después o más o menos, con ayuda del músico Rossini.

—El ritmo lo enseñó don Chon, cuando tocaba en fiestas pueblerinas, escalas refrescantes del trombón y en los jarabes los compases del bajo improvisaba. Pero también doña Benita, cuando de joven era cantadora. Las alegres canciones que entonaba mientras hacía tortillas, las medía con el rítmico son de la palmada. A mano estamos, mi musita linda, tú también me fallaste con el tiempo: veintitrés años ha, si lo recuerdo, que pasó el Kohoutec por estos cielos. Entonces me decías del Thecel Phares (Mane también), como anuncio, en la cola del fúlgido cometa, que ni se vio, por cierto, pero la fantasía indicaba lo contrario.

—Puede tengas razón, bien lo recuerdo. El argumento se basaba en esto: es tal la confusión en el planeta, que un cometa agorero nos visita. Aparecen los signos en su cauda, las naciones lo miran temerosas. De los cuatro rincones de la Tierra comienzan los informes cautelosos, sin que hubiera “Internets” ni celulares, “vipers” ni redes ni correos satelitales.

—Los científicos arguyen sus razones, astrónomos escrutan los espacios, se juntan comisiones de estudiosos y concluyen de pronto con premura que ningún observatorio del planeta llegó a registrar los signos tales que a todos auguraban los tres ayes: tus días, tus días, tus días , están contados.

Un fenómeno tal, obvio es decirlo, no dejó satisfechos a los hombres, con las razones de los hombres sabios. Otros sabios también se dedicaron, por encargos precisos de la ONU, a estudiar por su cuenta los sucesos y echando mano de las ciencias varias, sobre todo las ciencias humanistas, concluyeron por fin muy cautelosos, que de signos aquellos, Thecel Phares (Mane también) sólo alucinación había ocurrido.

La guerra de Vietnam era una causa, dos guerras mundiales otra d’ellas, tensiones por doquier acumuladas, habían sobrecargado la memoria de violencias sin fin y eso, claro, que ni Ruandas, Yugoslavias o Chechenias aparecían por tanto en el planeta.

Entonces los gobiernos presurosos en la ONU por fin se concentraron y jefes de gobierno y los de Estado, una junta por fin recomendaron. Días de debate fueron y tensiones. Pero todos llegaban al consenso: una sola familia componemos y ante signo ominoso del cometa, no nos queda otra más, nos federamos.

Un gobierno mundial por consecuencia, había nacido ya tras el cometa, que según las noticias de la gente, tuvo su aparición el día primero, brilló por Navidad y un día 28, el de lo Santos Inocentes, manifestó esplendor, para dejar la Tierra en primeros de febrero.

—Cuánta razón te asiste, musa mía, la música faltó, qué duda cabe. Una novela quise hacer y darle al ritmo, versátil melodía llamativa. Mas te faltó decir que eran treinta años el plazo que se daban las naciones y eliminar las armas destructoras, derribar de sus bases los misiles y luego convertirlos en tractores.

El cuento contemplaba, por supuesto, organizar la ciencia y la cultura, salud, educación, la siembra y la cosecha: almacenar graneros previsores, reorientar la técnica hacia el hombre. Hurgar más las entrañas de la Tierra. Y todo en libertad de pueblos y naciones, en era universal inaugurada.

—Vergüenza debe darte confesarlo, ni siquiera el esquema terminaste. Pero la realidad te adelantó y los jefes de Estado y de gobierno, ciento cincuenta o más comienzan a reunirse, en Naciones Unidas con motivo de su cincuenta aniversario.

Veremos si ellos ponen como meta, organizar el Foro y, en treinta años, ponerle el parchecito al agujero de la capa de ozono desgarrada; terminar con las guerras de locura, prevenir a su tiempo los temblores; formar las Internet humanitarias; inventar artefactos bienhechores; regar por todos lados la semilla del trigo, del maíz, del arroz y los frijoles, para saciar el hambre de millones.

—Una cosa omitiste, muchachita, a no ser que me falle la memoria. Que el Kohoutec ya había pasado por la Tierra, dos mil años antes, al comienzo de esta historia.

—No juegues con el tiempo y con los signos, ya bastante penuria te atosiga. Dedícate mejor, si bien te place, a escribir sobre flores y jardines, con el estiércol que dejan las noticias de sismos, homicidios y masacres y ponte el saco que diseñan quienes lobos son al dar consejos a la luz de las estrellas en llanos cultivados entre montes, fervientes defensores de utopismos pregonados por locos fantasiosos tocados por las musas de los vientos.

—Si musa de los vientos te acreditas, sopla donde tú quieras, eres libre; pero dame tan sólo, te lo pido, el ritmo terciario o cuaternario y me pongo después sombrero ajeno, te saludo con él y yo te canto, la canción infantil de “La Paloma”. Pero ya adolescente, crecidita, podré cantarte un canto de mi pueblo y podré repetirte muchas veces, que tu cara es muy linda, “Eres Bonita”, que tu cara es muy bella, muchachita.

—Si a esas vamos yo también te canto, la primera canción que se me ocurra, porque todas me sirven para amarte; aunque podría ser la que tú escojas, te pido aceptes esas dos estrofas, de la bella canción : “Adolorido”.

—Desde luego que sí, con asegures, si ese canto y esa letra tú la extiendes a los seres que sufren y se angustian por los mil estertores del milenio. Sólo así comprendemos el sentido de voces y lamentos y plegarias que ofrendamos a diario los humanos, en casas, templos, catedrales o en las calles.

—No pides imposibles, lo aseguro; santo y seña te doy pa’ que me escuches. “Si a tu ventana llega una paloma, cuéntalo por seguro que es mi persona; si a tu ventana llega un burro flaco, trátalo con cariño, que es tu retrato”, como decía en sus cantos tu mamita. Si en la banda de Ichán o de Ocumicho, Numarán, Santa Fe, Cruces de Rojas, La Cañada, escuchas esos ritmos pegajosos, no olvides que en el bajo está la clave. Ta, Ta Ta; Ta Ta Ta; Ta Ta Ta; Ta Ta Ta; Ta Ta Ta; Ta Ta Ta; Ta Ta Ta; Ta Ta Ta: Sol La Si Do.

Intenta comprender –¡si un niño entiende!— la clave te la da naturaleza, el solfeo repetido de las aves, sonsonete cansado de los grillos, el compás sosegado de las ramas y el ritmo que te dan las estaciones.

Pero si quieres música tremenda, que linda en las fronteras del misterio, entonces de la dan las tempestades, los gritos repentinos de los rayos, lamentos que resurgen de la Tierra, en huracanes, sismos, terremotos.

—Parece que capté, no mucho, ¿sabes?, pero empiezo a entender la tonadilla del canto aquel que te brindó Francisco. Pero también aquella, que en noches de Luna cándidos chiquillos entonaban y te devuelvo, con ligera versión modificada: “Una Paloma Blanca,/ que del cielo bajó,/ con sus alas doradas y en el pico una flor. De la flor a la lima,/ de la lima al limón/vale más mi muchacha/ que los rayos del sol.”

—Te dejo este paquete de tarea, por hoy es todo y hasta luego. Preparo mis maletas pa’ la ONU, a ver si alguien recibe mis susurros en temas importantes del dinero. Temas de enfermedad y del desarme, hambres, pestes y pandemias; cambios de clima y capas de ozono, mirar al sol en busca de energía. Si acaso quieran pueblos y naciones bailar al son que toco, pero que todos canten por sí mismos la letra de su propia melodía: costumbres y culturas, tradiciones, tejidas a lo largo de su historia.

(Publicado en GUIA, Semanario Regional Independiente, Zamora, Mich. México, Las Ventanas, Pág. 5-B, 28/X/1995. Y en ETCETERA, semanario, La Piedad, Mich. 16/X/1975)

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La Piedad, estampas de sus fiestas 16


La Piedad, estampas de sus fiestas 60


La Invasión


FANT.5- LA INVASION

De El Taller
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Silviano Martínez Campos

—Pst, pst, pst, somos nosotros, ganamos la guerra. Ganamos, ganamos, hey, mira, frente a ti, frente a ti. ¡Hey!, humano, aquí, aquí, nos tienes enfrente. En tu cabeza, arribita, pst, pst.

((— ¡Eso me pasa por transgredir la austeridad y cenar de más!, ¡no vuelvo a entrevistar al diablo! ¡Sólo eso faltaba, no niego que haya oído voces, pero eso fue hace más de veinte años!)).

— ¡Mirhaciarriba, de frente, por los libreros!, donde guardas empolvados pensadores y uno que otro músico.

((— ¡Ya caigo!, no que no. No que eran mudos, con mentalidad sólo histórica e inmortales pervivían solamente por sus obras y por su pensamiento plasmados en libros y en partituras. ¡Les seguiré el juego!)).

—Sí señores, ¡cómo no!, hermanos poetas, hermanos músicos, hermanos cuentistas, hermanos filósofos, hermanos pensadores. De acuerdo, ganaron la guerra, a mí, ávido en el buscar y torpe en el encontrar. He de confesar, sin embargo, que en cada libro puse un afecto, una duda, una pregunta y disculpen la propia dispersión. Doctorado en vida y de seguro porque anduve a tropezones; pero algo debió quedar de ustedes en la mente: alguna obra, un capítulo, algún párrafo, tal vez un pensamiento o la huella de una palabra solitaria.

Mil disculpas a usted señor Platón, mil disculpas a usted señor Aristóteles. Si no he logrado terminar sus obras, no es porque falte el interés, sino más bien entretuvo mi mente el arte de su pueblo y ¡cómo me divertían las travesuras de sus dioses! Y en nuestros propios monumentos admiraba los que sus artistas diseñaron.

—A ese paso, no te alcanzará el resto del milenio para el mea culpa en el recuento de tu ignorancia. ¡De frente, en tus ojos! —Ya caigo, “los cassetitos”. ¡De usted, señor Mozart, he aprendido que a los niños no se les debe colmar de honores (ni de vituperios), eso despierta celos que lastiman y corta las flores antes de que plenamente fructifiquen. Pero comulgo con su música y estoy de acuerdo en que la inspiraron ángeles.

Qué habría de contar a usted, señor Beethoven. Los sufrimientos también pueden ser fecundos. Y su quinta, desde joven, me enseñó a dar cauce a las nostalgias; su pastoral confirmó el gusto campirano por escuchar la orquesta en tempestades y su coral hizo también extender la mirada en más amplios panoramas.

— ¡Huy Narciso, con razón te caíste en el estanque!. Ve de frente, en tus ojos, como cuando miras a contraluz tenue del día. ¿Qué has observado?

—Una como galaxia en el ojo izquierdo y, en los dos, como puntitos relucientes danzarines, semejantes a minúsculas estrellas. Defectos oculares, no lo niego, o quién sabe qué cosas naturales; pero alguna vez me incliné a ver en ellos, fantasioso, ánimas diminutas de difuntos vagando en nuestra tierra.

—Ni lo uno, ni lo otro. El garabato de tu ojo, uno como cordel entrelazado, es el Ebola. Puntitos luminosos ambulantes son los virus del SIDA. ¡Ganamos la batalla!, estamos en ustedes y somos parladores, les hemos invadido su organismo.

—Bichos infames, me trambuluquearon. Y yo, ingenuo, imaginaba se había estrenado nueva dimensión en nuestro mundo y dialogábamos con los inmortales.

—Tú, homo sapiens, naciste en África, según crees, y nosotros también allá nacimos; te extendiste por la tierra y asimismo nosotros; nos declaraste la guerra y estás correspondido.

—Animalitos del Señor, si no son malos, respetamos el milagro de su vida, pero respétennos también. Y no sean mentirosos, ni han salido de Africa ni han ganado la batalla, pero sí causan estragos entre hermanos, ahora de pronto allá, en un rincón del continente. ¿Por qué están enojados?

—Porque tú, homo sapiens, con los ensayos de tu química puedes ocasionar la muerte de todos los vivientes. No expertos en guerras como ustedes, hemos montado ejércitos potentes. Microbios, gérmenes, bacterias, virus, bacilos, en ordenada mezcolanza preparados estamos para los frentes de batalla. Cólera, tuberculosis, tifo, tétanos y rabia, viruela, polio, sarampión y gripe proletaria, convencionales armas son; armamento pesado el SIDA y el Ebola, más los que abramos en la marcha del conflicto: hoy por sobrevivir nos federamos.

Y ya que ustedes repudian esta bella Tierra, nosotros venceremos, dueños d’ella; reyes de la creación nos declaramos, pues dejó el trono quien no supo llevar digna corona. Gracias de todos modos por su paso, maestros del pensar, nos enseñaron, mas no se dieron cuenta por su prisa, que en cada especie muerta se corta al Creador un pensamiento y al Universo todo un latido de su pulso.

—No es para tanto, bichos maldicientes. Un pacto y podremos entendernos.

—Déjennos vivir y vivir los dejaremos.

—Vuelvan a los changuitos, a quienes no hacen daño, nos dejan en paz a los humanos y por siglos de siglos convivimos. Pero dennos tiempo, bichitos, una tregua; seguiremos simulando nuestra guerra, ustedes perdedores, pero al perderla, ganan.

Por principio de cuentas, los aislamos, mas no olvidamos a nuestros hermanos invadidos. Ángeles de cofia y ojos relucientes, cuidan a nuestras víctimas caídas. Generales y tropas de blancos uniformes armados de jeringas impiden que perdamos las batallas.

Doctorados científicos sacados a empujones de viejos laboratorios de la guerra, inventan nuevas armas que detecten, neutralicen, bichitos, a sus tropas. Brigadas portadoras de alimentos construyen las murallas defensoras porque sólo donde hay hambre y miseria llegan las huestes ebolinas.

En tanto se organizan las naciones, las Naciones Unidas se organizan, arman sus burocracias de la vida y entablan batallas planetarias. UNESCOs promotoras de cultura, educan en el uso de los bienes, educan en el uso de las letras; Obreros Mundialistas Sanitarios que limpian las cloacas de la Tierra y dejan relucientes sus estanques; Fecundos Agraristas Observantes cultivan en el campo los maizales; Unidos Numerosos Integrantes de Clubes Entusiastas Federados, rescatan a los niños de la calle.

La tregua de la guerra simulada, treinta años podría durar, ejércitos sidianos y ebolinos; paz concertada con huestes microbianas, es la propuesta de la humana raza.

—Ora sí te atrapamos, homo sapiens; muy en serio rey de la creación te titulaste y no sólo disponías de nosotros al ponernos nombre según condición y apariencia, sino en el curso de vida depredante fuiste acabando especie por especie y, al paso que vas, si te dejamos, quedarás como rey solo y desnudo, pero sin corte viviente que inciense tus grandezas, pero tampoco que te vista y alimente.

—Duros, drásticos son, bichos malvados. ¿Quién a ustedes encomienda defensa de los reinos? Rey de la selva, al león reconocemos, al delfín animal inteligente tras nosotros; como fiel servidor al perro, nuestro amigo, y dócil criado nuestro al asno laborioso. Pero ustedes microbios del demonio, sólo dolores y penurias causan. Torpes, faltos de entendimiento tuvieron qué escoger los ojos par manifestarse cuando a nuestro gran cerebro pudieron revelarse.

—Dos razones te damos, mentecato. El león, rey de la selva, claudicó de su reino entre nosotros al dejarse enjaular y ser hazmerreír en circos y festines; negóse el delfín temeroso a dejar seguridades en sus mares y correr en tierra la carrera que ganaste; el perro fiel prefirió la garantía de su comida al lado tuyo y el impráctico borrico escogió ser tu esclavo, pero no olvides que con sus dos grandes antenas, más disponible está para oír las señales de los astros.

Otra razón, no menos convincente, expresamos a ti, gran homo sapiens. Tu cerebro está más bien que sano, has logrado por él remontarte al principio de las cosas, a penetrar las entrañas de tu Cosmos y a medir el tamaño de su esfera. Has palpado fronteras del misterio y a través del cerebro pensar el Universo.

No es pues a tu cerebro al que queremos. Nuestras huestes conspiran defensivas a posesión mayor, donde tú sabes: al corazón que malquerencias trama, al corazón que a razonar se niega, al corazón que de temor enferma. Allí está tu maldad, no en el cerebro. Tus tendencias nocivas allí anidan.


—Bichitos parlanchines, causan risa. ¿Quién instruyó a bacilos moralistas, quien a los virus que prediquen vida? No todo corazón está podrido, abundan millonarios en largueza, ONGos pululan defendiendo al hombre, yerbas y bichos abogados tienen; casas, asilos, hospitales y orfanatos cuidados son por ángeles de cofia, salvan al mundo las Teresas de Calcuta. Treinta años de tregua nada más o perecemos o salvamos todos. Nada es tan simple y basta de locuaces mandatarios, su palabra esperamos, punto y cambio.

—Mandatarios lo somos, tú lo has dicho. Mandatarios de todo lo viviente. Olvidaste de pronto que tu origen, conforme a tus científicas razones, en microbios está y no en gigantes, ya sean hombres, elefantes o torpes dinosaurios. Por lo demás no lances ultimatums, ultimatums nosotros los ponemos. Nunca punto final hubo en tu historia, sí nuevo comenzar: punto y aparte. Si en materia de puntos discutimos, estaríamos en puntos suspensivos.


¡O paras tu rápida carrera, legislas desviaciones del progreso, unes al mundo y todas las naciones, calmas tu corazón de tempestades o nos vemos al término del pacto! Treinta años no es mucho, no seas tonto, un futuro de ensueño te deparo: tu nueva Tierra, aquí, por miles de años y la tierra de allá, por siempre nueva.

(Publicado en GUIA, Semanario Regional Independiente, Zamora, Mich., México, Ventanas 4-B-5-B. 11/VI /1995. Y en ETCETERA, semanario, La Piedad, Mich. 5/VI/1995)

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La Piedad, estampas de sus fiestas en diciembre


A2K o El Error del Milenio


FANT.13- A2K O EL ERROR DEL MILENIO

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Silviano Martínez Campos

—Debo ser muy enérgica contigo y, si no un regaño, mereces ciertamente tu jalón de orejas, porque ¡descompusiste mi computadora! No es lo mismo manejar el aparato, aprovechar del todo sus hertz, gigabytes y seguir las instrucciones, que meterte de ingeniero, manipular circuitos, conexiones y mostrarte así torpe, torpe, torpe sin remedio.

¿Qué argumentos me das en tu defensa, tras haber provocado la caída del sistema?.

—No los tengo, y has de disculpar la interrupción: ¿qué no habías abandonado ya esta Tierra, dejándonos atribulados y contritos en los estertores del siglo y del milenio?.

Esperaba una carta o de perdida un telegrama como antes, en nuestros buenos tiempos, cuando hasta te disfrazabas de duende o de microbio; pero resulta que interrumpes mi trabajo y trajín diario, usas la tecnología del hombre blanco, si bien a través de mi computadora vieja y averiada.

Me pusiste a usar la nueva técnica y ya ves los resultados. Me perdí en los vericuetos de la red, entre la publicidad y la mercadotecnia; tenía qué ser, el Y2K y el cambio de fecha me trambuluquearon.

Has de disculpar, Musita, aún me comunico con señales de humo, a pesar de toda la apariencia; y si te averié el hardware, el disco duro quedó intacto, o más bien el chip que mueve todo. Y viéndolo bien, Musita Adolorida de los Vientos, me trambuluqueaste, porque si bien lo reconozco, desenchufé el sistema, pero de la computadora Terminal, mas no de la matriz que sólo tu manejas y esa muy intacta que está y por tanto no la toco.

—Problemas de herramienta, no te apures por eso del A2K o fines de milenio. Eras ciertamente más ducho con señales de humo para comunicar mi mensaje en estas tierras. Hubo sin embargo interferencias entre tú y los anteriores dinosaurios así como especimenes modernos, la riqueza y las formas, los pleitos callejeros con imperios y la grilla.

Dejemos lo pasado, ¿estás de acuerdo?, y te hago la pregunta pertinente: ¿Supiste de mi paso muy reciente por estas tierras que de siempre quiero?.

—Estuve entretenido viendo tele. Disculpa mi actitud impertinente, insisto en sacarme la espinita del uso “inapropiado” del equipo. Por principio de cuentas la regué de a feo, será porque olvidé las instrucciones, la clave o el “password”, la contraseña pero: ¡ya pediré perdón al inicio del milenio! Pulsé, pulsé botones de tal modo, que a fin de cuentas bien que me hice bolas.

Quise reparar el desatino y enredé más las cintas negras (¿perforadas?) que entrelazaban la trama del equipo. ¿Y qué salió después, Musita, en la maraña amontonada de tiras en desorden?. No me lo has de creer: era un empaque rojo, de papitas. No lo toqué, le dí su puntapié y apareció después blancuzca una bolsita que me atreví a interpretar: de mala leche.

¿Quién metió su cuchara?, preguntéme. Ya la regué, pensé o me dije con azoro; pero nunca creí yo haber puesto las bolsitas; más sí torpeza en manejar botones. Miré hacia el interior y vi el LIBRITO de tu clave, hojeándose a sí mismo y me dio cierta confianza en que sólo había averiado el hardware, pero no el disco duro del programa, ni tampoco el chip que lo controla.

—No tomes tan a pecho esas cuestiones. Tengo el Librito de cualquier manera y ya se hagan niñitos o expertos ingenieros, tarde o temprano les agarro el modo. Descomponen mi hardware by yo que lo reparo, averían los circuitos y yo los reprogramo.

Señales de humo, rayos o centellas, nevadas, tolvaneras, terremotos o tormentas o volcanes, tramas globalizadas, cibernéticas, insanias destructivas que rechazo, signos todos lo son de que algo al fin se mueve.

Pero prefiero el gesto generoso, palabra bienhechora y el afecto para decir que sí, que aquí me encuentro: reluciente, feliz, resucitada.

Recojo los ¡vivas! De la urbe azteca para centrar su alma en mi figura. Acepto a manera de plegarias los gritos del estadio, vestido tricolor en la tribuna, con los colores de México e Italia. En el sacro recinto del santuario, directrices les doy pa’que me sigan.Lluvia de rosas hago caer y que perfumen el ajuar o la sotana de Juan-Diego.

Pide a la Guadalupe o a la Myriam, tu muchacha, te donen el secreto de la trama: cosas sencillas, artesanas, que equilibren la grande telaraña, con el afectado que sólo prodigan las mujeres. Dile a Miguel (¡viva la vida!) que conjure la peste de la guerra. Pídele al Emmanuel (¡Dios con nosotros!), devuelva tu inocencia ya perdida.

Las aguas impetuosas, torrenciales, cavaron un boquete en esta Tierra. La ROCA no se cae, no te preocupes, y aun cuando esté floja, la sostengo. Y el agujero negro que percibes permitió que entrevieras las RAICES.

En árbol de mezquite o el de zapote, plantados en el patio de la casa, revuelan los insectos presurosos en busca de la fruta que no encuentran. Si sanas las raíces perseveran, tarde o temprano te dará zapotes.

—La regué, fui “traidor”, lo reconozco, confieso mi conducta “inapropiada”. Inhibí los circuitos del equipo y por ello cometí cada burrada. Recibí inteligencia y sentimientos, revueltos con ensueños y quimeras: después los convertí en resentimientos, enlodados en cada borrachera.

La regué, fui traidor, lo reconozco, debato mi conducta inapropiada. Cuerno de la abundancia por mis frutas, hortalizas y cereales; pero llegó a tal punto la codicia que tuve qué cambiar mis decisiones por un mísero plato de frijoles.

La regué, fui traidor, lo reconozco, me deshago en disculpas y perdones. Tomé poder, riqueza, territorio en alianza con otros desertores. Me libraron por fin las ataduras, en medio de protestas y rencores. Libre quedo, por fin, para enseñarles la Palabra de Dios a los bribones.

La regué, fui traidor, lo reconozco, acepto mi conducta inapropiada. Pulsé botones sin mediar razones, desquicié los circuitos de la vida, obré sin seguir las instrucciones. Creí que mi ciencia lo era todo, hice un dios de equipos y sistemas. Rendí mi devoción al podero$o, vendí mi condición por hamburguesas.

La regué, fui traidor, lo reconozco, jugó con fuego mi aprendiz de brujo: profané los secretos de tu seno, quise hacer de tu imagen una copia; de la honda y la flecha fabriqué misiles, puse veneno en gases y solventes.

Desplumé las alas de los vientos, calenté las entrañas de los polos, enturbié los pulmones de mi Tierra: sofoqué los gorjeos de pajaritos.

—No es para tanto, acepta mi apapacho. Qué más puedo decir, que “te amo, te amo”. Larga la lista de tus mil perdones, aun cuando sale verso sin esfuerzo. La regaste por fin, como te dije: esparciste en tu Tierra la semilla del bien y la bondad que se te dona y usaste del bit y la pantalla, a pesar de la bolsa de papitas.

Los circuitos se cruzan, ¡qué le hacemos! Entenderás mejor si te despojas de fijación individual y solitaria para entender mejor la onda universal, comunitaria.

Lo de traidor lo acepto, te lo digo: Traedor de novedades, utopías; traedor de buenas nuevas, justicieras. Es la misión que tienes, persevera. Misión comunitaria, mexicana, o si amplías la visión, americana.

Por un pueblo empecé, por otro acabo de regar el mensaje libertario, antes que cambie fecha centenaria, del Y2K o trastorno milenario.

Porque si arreglas claves, lenguajes y circuitos, el A2K ni siquiera te regresa al 900, pero menos atrás, al cuaternario, a hacerle compañía a tu pariente el chango.

Mejor será el 2001 firme signo de la odisea que te proyecte, a confines insondables del espacio, tras arreglar en paz y justicia esta tu NAVE.

Vendrá después la danza de los pueblos: fundida la alegría de los cubanos con la del noble pueblo americano. También el zapateo de los tarascos, mexicanos, con los ritmos sabrosos colombianos, unidos al tambor maravilloso de los múltiples pueblos africanos.

¡Sí se puede”!, dirás, ¡Sí que se puede!, el Espíritu hablará, sí por mi raza, mi raza bullanguera, americana. Para decirle a pueblos y naciones que su parto pasó y de la TIERRA el EJE cambió de dirección y ahora se orienta al nuevo mundo, en fin, el POLO del AMOR, por justo y solidario, en gozo permanente, planetario.

Y el A2K o trastorno milenario, nueva fecha tendrá, y habrás recobrado la nueva clave en SOL, Sol de la VIDA. por plena, tierna, suave, rebosante de ENERGIA. Y queden desarmadas para siempre por insanas, las garra$-guerra$ destructoras, del petróleo.

(Publicado en GUIA, Semanario Regional Independiente, Zamora, Mich., México, Las Ventanas, Pág. 3-B, 28/II/1999).

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La Piedad. El templo, de día


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La Piedad, de día. Nueva fuente, plaza remozada


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Entrevista con el diablo


FANT.2- ENTREVISTA CON EL DIABLO

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Silviano Martínez Campos

— ¡Riiing, riiing!

— ¡Bueno!

— ¡Malo!

— ¿Quién habla?

—Soy el diablo.

—Son las 12 de la noche, no es hora de bromear; por lo demás, tengo cortado el teléfono. ¿Cómo hizo para llamar?

—Soy el diablo, solicito tus servicios profesionales.

—Sólo a Dios sirvo y por El trato de servir a mis hermanos. Además, no me tutee, no somos iguales.

—Y cómo a El sí lo tuteaste en esa entrevista, motivo de mi llamada, ¿Son iguales acaso?

—Porque confío en Dios y si no somos iguales, sí a El soy semejante, me hizo a su imagen y semejanza. Déjese de bromas, quién es usted, si tiene alguna objeción a mi entrevista y no le gustó, refútela por escrito.

—A eso voy, quiero que me entrevistes para dar también mi parecer sobre ti y sobre tu mundo.

— ¡Hay Dios!

—Sí hay, me consta y por habérmele rebelado, Miguel me agarró de la cola, me zangoloteó y me lanzó a la Tierra, donde peno y hago penar.

—No quiero diálogos con demonios.

—Sólo una entrevista, tú pones las condiciones.

—Sale. La primera, no tuteos. La segunda, pongo la cruz y el afecto de por medio. La cruz es donación y usted no sabe donarse, y el afecto es destello del amor y en usted no hay destellos amorosos sino fuegos destructores, por lo demás apestosos. Así es de que una entrevista objetiva, intelectiva, racionalista, lógica, maquinal, cibernética. Si aún así le interesa, va.

—Viene, aunque sé por allí que lo dialéctico no es su fuerte.

—Lo intuitivo sí, y también lo afectivo y, hasta donde soy capaz de amar, que no es mucho en mi condición de pobre mortal, mi amor es afectivo. Pero este no es su lenguaje y aquí está mi fuerza y si trata de tenderme una trampa, se la devuelvo. Comienzo: ¿No le pareció mi entrevista con Papá Diosito?

—No me pareció, qué es eso de ser igualado. Todo comenzó hace unos dos mil años cuando un mortal se atrevió a llamarlo “papá”, algo así como “papi” y desde entonces sus seguidores igualados le hablan con tanta confianza que a mí no me conviene. Me interesa le conserven alejado de estas tierras y qué mejor, por lo tanto, el tratamiento más civilizado y elegante de motor primero, el ser en sí, etcétera, etcétera.

— ¡Ese mortal vive por siempre! ¿En un universo tan grandote, con miríadas de estrellas y galaxias, no se le ocurrió a Miguel lanzarlo a otro planeta?

—No tuve tiempo de averiguarlo, pero quedé bien aquí como en mi casa. Una especie naciente, un “homo sapiens” destinado a la grandeza, que se resiste a ella. Es mejor dominar hombres que enseñorear universos. Mejor acumular oro que contabilizar y poseer estrellas. Mejor destruir vidas que engarzar corazones.

— ¡Muy retórico! Usted tiene fama de mentiroso y tramposo desde el principio. De seguro anda metiendo su cuchara en esta crisis planetaria donde abundan acusaciones y zancadillas entre grupos y naciones y quién quite también tenga qué ver algo en nuestra cultura de la muerte con genocidios espantables y exaltación visual y auditiva del más fuerte.

—Por ganas no queda, pero en poco se estimarían los homo sapiens si se bajaran a nivel de títeres; no niego que yo pueda atizar una que otra guerrita o armar más de una masacre. ¿Mas dónde queda su libertad presumida? Mi grito rebelde del “non serviam” tuvo eco en Miguel, pero cuántos non serviam libres se darán a diario entre gente de su planeta. Desde luego me favorecen sus non serviam a la vida, a la justicia, a la moderación en el uso de la tierra, sus homicidios, genocidios y matanzas.

—También lo ha de favorecer un progreso desbocado, favorable a los epulones de la historia, el vértigo de la velocidad suicida que anula el razonar y el sentir, la máquina moderna no instrumento ni herramienta, sino nuevo ídolo a quien adorar.

—No fui yo quien inventó la civilización industrial ni desentrañó antes de tiempo los secretos del átomo, ni fundó sus laboratorios químicos ni escrituró los veneros de petróleo ni intenta desenredar los códigos genéticos. Pero vas bien, muchachito, tus imprudencias te conducen a mis dominios de la muerte.

—En ese caso usted metió su cuchara desde el principio al prometer a nuestra madre de los vivientes que si comía de la frutita seríamos como dioses. Y ahora, en verdad, como dicen que dijo el humorista, no sabemos si somos ángeles caídos o changos levantados.

—El único ángel caído soy yo y mis huestes, y ¡Oh envidia!, ¡Qué dolor!, me topé con un chango levantado destinado por lo menos a ser ángel. Vas bien, muchachito, tus imprudencias te conducen aquí en tu historia a mis dominios de la muerte, aunque sé, y lloro de rabia, que de todas maneras se te promete el paraíso.

–“¡Quién como Dios! ¡Viva la vida!”. Son gritos que a miríadas lanzan a diario voces esperanzadas y no todo está podrido, no ha ganado aún la hueste destructora. ¿Qué dice usted a eso?

—Desconozco ese lenguaje, no hay comentario.

—Las sombras de la noche caminan lentamente sobre pueblos y continentes, cuando al mismo tiempo apagan la oración postrera de acción de gracias o lamento, adormecidos devotos. Pero al otro lado del mar y de las islas, otras oraciones madrugan y se unen al coro diario de lo vivo y de la comunidad orante. Mas dormidos o despiertos, hombres y mujeres innúmeros cantan a lo vivo en cada inspiración o expiración de su pecho, en cada parpadeo de su asombro, en cada palpitar de su alma o en cada pulsión de su conocimiento. No todos los sueños son pesadillas, porque los hay fecundos y alados, que se desprenden del tiempo y del espacio de su tierra para remontarse a lo infinito y vagar entre universo y universo para atisbar su futuro y regresar como Prometeo, con el fuego, éste regalado, a fin de regenerar su mundo. ¿Qué dice usted a eso?

—Desconozco ese lenguaje, no hay comentario.

—Fuegos nocturnos, suaves fuegos se levantan noche a noche del lecho de la Tierra, generados por la chispa del abrazo amoroso y juntos tejen sutil red a manera de oración en torno a este planeta para impedir se destruya en su cuerpo y en su alma por las insanias terroristas, las locuras fratricidas o la sinrazón de encerrarse en sí mismo. ¿Hay algún comentario?

—Desconozco ese lenguaje.

—Sí hay especies que regalan su último hálito de vida refutando al progreso desbocado. Pero hay una confabulación amorosa de los pequeños, me lo dijo un pececito para que hormigas, tábanos, mariposas y ciempiés extraigan de las raíces de la tierra la savia vital que energice al homo sapiens para que éste detenga su mano ecocida y salve su Tierrita amenazada. ¿Hay algún comentario?

—Ninguno, desconozco ese lenguaje.

—Y juntos, hormigas, tábanos, ciempiés, mariposas, yerbas y homo sapiens hagan real la intuición tempranera infantil de que el canto de los grillos va en dúo con el parpadeo de las estrellas. En la esperanza de que en el rítmico, espontáneo cantar sin sentido lógico de una estrofa de niño esté cifrado también el código de sobrevivencia que se grabó desde el principio en el canto de los pájaros, en la cadencia de un lenguaje autóctono, en el ritmo de una canción ranchera, en el rondar metódico de un astro y, sobre todo, en el mítico grito victorioso de Miguel: ¡Viva la Vida!, ¡Quién como Dios!

—¿¡!?, ¿¡!?.

(Publicado en GUIA, Semanario Regional Independiente, Zamora, Mich., México, 30/IV/95, Ventanas, 3-B. Y en ETCETERA, semanario de La Piedad, Mich., México, el 24/IV/1995)

Reproducido en Mi Ziquítaro, Silviano’s Web 2

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